24.8.12

DEUS EX MACHINA

La personalidad ha sido siempre un compromiso entre un hombre y un cadáver.
Alejandro JODOROWSKY
Apotegma publicado en su muro de Jetalibro

Nunca la furia sintética de un despertador me había expulsado con tanta perplejidad de los guiones laminados por situaciones angustiosas que a veces me dominan en la fase REM. Descansaba en decúbito prono, la postura magna de la indefensión que el pitido persistió en sacudir durante varios segundos con un penetrante declive hasta su desvanecimiento, intervalo en el que también pude percatarme de que tenía la mejilla derecha nadando en la saliva segregada por los quiméricos enredos que, en el momento de alzar los párpados, definían un peligroso contraste con el molesto residuo ondulatorio localizado en la región parietal izquierda. Sufrí el pavor del recién nacido, irracional y perfectamente convincente, exacerbado por el oprobio de estar siendo intervenido a media vigilia por una presencia ajena a mis coordenadas físicas, o a eso y no menos llegaban mis credederas. Quienes dicen guardar en su haber la venturosa maestría de recorrer las conjunciones invisibles que jalonan la autopistas de la energía, aseguran que este chiflido, cuya fuente es imposible detectar al no estar restringida al radio craneal ni dentro del espectro audible por otros, fluye de ninguna parte como la señal de sintonía que advierte al contactado de que su antena mental está lista para recibir una inyección de información relevante para mí claramente obtusa, porque si en verdad hubo una descarga transdimensional de clariaudiencia, menos inequívoco es que no me enteré del obsequio, pues desde que ayer me ocurriera al rozar las cinco de la noche permanezco igual de menso que de costumbre, constatación que a ciencia demostrable no sorprenderá a muchos de mis lectores...

Intuyo que este acontecimiento se esclarecerá en la convergencia de misterios que, alucinado o precognoscente, gozará de próxima vigencia multitudinaria para distorsión de cuerdos y frustración de autoridades. No quiero culpar al VALIS de Philip K. Dick ni a los extraños granjeros denunciados por Freixedo de los efectos secundarios causados por esta taladradora sideral que casi ha descabalado mi parcelita de la sefirah o esfera Malkhuth, conocida como el Reino, que es el receptáculo donde adquieren realidad sensorial las emanaciones descendentes del Árbol de la Vida. En otras palabras: este mundo es maleficio, falso y perverso artificio. 

¿Imagináis una tecnología indetectable capaz de programar, dirigir y modificar los sueños nocturnos mediante sistemas de control remoto, además de lograr que uno componga toda clase de mensajes cifrados con sus acciones y la expresión de su voluntad como un canal de comunicación al servicio de potencias desconocidas que pueden influir en los afectos más profundos del individuo hasta el punto de inspirar alianzas e instigar disputas, de alterar los itinerarios de la conducta y reconfigurar, en suma, el mapa de relaciones característico de los componentes de un colectivo para cambiar el entramado de su tejido social con fines que desde nuestra posición resultan arcanos, cuando no difícilmente concebibles? Entre lo poco que sabemos sobre los altos rectores del mundo y lo mucho que ellos parecen saber sobre nosotros, he llegado a sospechar que el último mito a derribar, aunque siempre el más resistente, es del ser interior, un ente psicosomático teleconstruido, quizá, que funcionaría cual si fuera un dispositivo regulador conectado a un exocerebro nodriza o a una matriz de integración, de tal forma que del caudal de sucesos que uno cree experimentar, de todo lo que uno hace y recuerda haber hecho, así en el campo fáctico como en el puramente imaginario, casi nada sea auténtico o lo sea sólo en tanto que proceso operativo inervado en las entrañas de un circuito cerrado cuya estabilidad dependería de la calidad, frecuencia e intensidad de las simulaciones inducidas. Ahora bien, desde que se acepta esta conjetura conspiranoica como una premisa de investigación, a falta de pruebas materiales la prioridad inmediata para una inteligencia reflexiva que acepta rastrear el origen lógico de estos interrogantes deberá centrarse en discernir si la misma idea que impele a dudar de las apariencias que tomamos por realidades obedece a la implantación de un prejuicio o al prejuicio de una implantación, con lo que irá a caer de lleno en el pozo sin fondo de la especulación paradójica: en el caso de que la afirmación «este mundo es maleficio, falso y perverso artificio» sea cierta, la idea que la formula, por estar incluida en el mundo al que alude, demuestra en consecuencia ser falsa, luego ese mundo sería cierto, pero entonces la idea inicial con su afirmación de «este mundo es falso...» volvería a ser cierta, y los términos de la contradicción estarían condenados a perseguirse en un juego infinito de espejos. La única salida de este razonamiento vicioso la facilita el empujón catastrófico, la interferencia de un tercer elemento —no lo designaré preternatural— que saque al sujeto fuera del objeto que se propone interpretar a fin de que contemple, desde un punto de vista totalizador, el otear viéndose oteado qué rostros del mundo son verdaderamente falsos o en qué medida hay que considerar la afirmación de su falsedad como una certeza excepcional y, por ende, absolutamente relativa.

Pájaros de Gutiérrez Solana, uno de los mejores divulgadores pictóricos y literarios —mención hecha en paralelo del underground Eugenio Noel— de la fauna que poblaba la brunez española.

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